La Clave Secreta Para Una Reconciliación
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La Clave Secreta Para Una Reconciliación
El requisito de humildad
i. El orgullo (la soberbia, la envidia, los celos, etc.) siempre busca lo suyo propio, pero el
amor busca lo del otro.
Nada hagáis por contienda o por vanagloria;
antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. [Flp 2.3-8]
antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. [Flp 2.3-8]
ii. Si un hermano tiene problemas de carácter y de comportamiento—tanto que le ha ofendido a usted (y aun tal vez a otros)—hemos de ayudarle. Ámelo y ayúdelo, pero hágalo con mucha humildad. No queremos “crucificar” a nuestros hermanos en Cristo, sino ayudarlos.
iii. Hablar mal de un hermano a sus espaldas no le ayuda para nada, más bien le causa daño. Sin embargo, si usted (con humildad y amor) habla con él aparte del problema que tiene, tal vez pueda ayudarle a ver lo que está pasando y así él puede crecer en Cristo
(despojándose del viejo hombre y vistiéndose del nuevo; Ef 4.22-24).
iv. Sea humilde, entonces, y ayude a su hermano si Dios le indica que debe hacerlo.
El hermano enojado que infunde temor
i. Tal vez un cristiano diga: “Yo no podría hablar jamás con él... se enoja fácilmente... me
intimida... me da miedo... no sé cómo va a reaccionar...”
ii. Cuando alguien dice algo así, ¿en quién está pensando? ¡Está pensando en sí mismo! No está pensando en su hermano—en amarlo y ayudarle. Esto se llama orgullo y soberbia.
iii. Tenemos que “morir a nosotros mismos” y amar a nuestros hermanos en Cristo, aun si
ellos se molestan o se enojan. Tenemos el deber de seguir Mateo 5 y Mateo 18 para
resolver los problemas.
iv. Si realmente amamos a Dios y a nuestros hermanos, podemos vencer a los temores.
5. Evaluarse
Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados? [2Cor 13.5]
¿Aborrece a su hermano?
i. El que aborrece a su hermano en Cristo, está todavía en tinieblas.
Hermanos, no os escribo mandamiento nuevo, sino el mandamiento antiguo que habéis tenido desde el principio; este mandamiento antiguo es la palabra que habéis oído desde el principio. Sin embargo, os escribo un mandamiento nuevo, que es verdadero en él y en vosotros, porque las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra. El que dice que está en la luz, y aborrece a su hermano, está todavía en tinieblas. El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay tropiezo. Pero el que aborrece a su hermano está en tinieblas, y anda en tinieblas, y no sabe a dónde va, porque las tinieblas le han
cegado los ojos. [1Jn 2.7-11]
ii. Usted “aborrece” a alguien cuando tiene aversión a esa persona. Esto se refiere a alguna
oposición o repugnancia (una contradicción, pleito, contienda, roce o choque) que tiene en
cuanto a otra persona.
iii. Si alguien que se llama “cristiano” aborrece a otro cristiano (si no puede perdonarle una
ofensa, etc.), debe examinarse para ver si está en la fe porque 1Juan 2.7-11 dice que está
todavía en tinieblas.
¿Ama a su hermano?
i. La Biblia dice que el que no ama a su hermano, todavía permanece en la muerte.
11 Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio: Que nos amemos unos a otros.
12 No como Caín, que era del maligno y mató a su hermano. ¿Y por qué causa le mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas.
13 Hermanos míos, no os extrañéis si el mundo os aborrece.
14 Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida, en que amamos a los hermanos. El que no ama a su hermano, permanece en muerte.
15 Todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en él. [1Jn 3.11-15]
a. (v12) La envidia y los celos motivaron a Caín a matar a su hermano.
b. (v15) A menudo lo mismo se halla al fondo del “homicidio” entre “hermanos en Cristo”. Es el orgullo, la soberbia, los celos y la envidia que no permiten a uno perdonarle al otro. Es un pecado grave. Dios dice que es homicidio.
ii. Si Dios nos amó tanto, ¿qué derecho tenemos nosotros de no amar a los demás?
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también
nosotros amarnos unos a otros. [1Jn 4.7-11]
iii. Si usted dice que ama a Dios pero aborrece a su hermano, es un mentiroso. No ama a Dios.
Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano. [1Jn 4.20-21]
a. Entienda que chismear acerca de un hermano en Cristo y hablar de él a otros es
aborrecerle.
b. Esto sólo sirve para dañar a su hermano y dividir el Cuerpo de Cristo. No sirve para la
edificación, porque no proviene del amor (sino del aborrecimiento y también del enemigo).
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